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Red Sonja

aliente guerrera conocida en los viejos reinos como la diablesa con espada, una heroína perteneciente al salvaje mundo de Conan, donde la fuerza y el odio le condujeron a peligrosos y ancestrales acontecimientos, siendo renombrada hasta en el más alejado rincón de la grotesca Hyboria.

La pelirroja muchacha fue la hija de Ivor de Hyrkania, un retirado soldado dedicado a la agricultura reposando en una humilde casa solariega de las estepas occidentales. Celosa del entrenamiento que recibían sus hermanos en el uso de las armas, Sonja practicaba de noche a escondidas su destreza con la espada, aunque esas habilidades fueran mal criticadas en una mujer de los tiempos hyboreos. La joven no descuidaba sus tareas hogareñas, y probablemente se hubiera formado su propia parentela como muchas campesinas hyrkanianas.

Empero una tragedia y un trauma cayeron sobre ella antes de cumplir los dieciocho años, cuando un grupo de soldados mercenarios irrumpieron en la región asesinando a sus padres y hermanos, quemando todas sus posesiones. Ella intentó escapar, pero fue presa y violada con brutalidad por el jefe del clan, y abandonada más tarde a su suerte.

Sin embargo sobrevivió, huyendo agonizante hasta caer exhausta en un bosque. Al despertar, al reclamo de su angustioso llanto de ven­ganza, acudió una divinidad irradiando belleza y vigor, se trataba de la mística diosa Scathach. Restableció a Sonja prometiendo otorgarle la fuerza de un bravo guerrero, con la condición de que jamás se doblegara ante un hombre a lo largo de su vida, a menos que éste le venciera en un combate honrado. La muchacha aceptó, y la deidad se desvaneció tras acariciar el cabello de la joven guerrera.

Desde ese día, Sonja se convirtió en una vagabunda contendiente a sueldo, portando una mínima cota de malla como vestimenta, encontrando aventura y hechicería en cada región que pisaba. No tardó en ganarse la reputa­ción como intrépida ladrona, y fue conocida por todos como la diablesa, debido a su salvaje pelambrera rojiza que corona su atractivo y fiero rostro. Su prestigio llegó a oídos del Rey Ghaniff, de la región hyrkaniana de Pah-Dishah, el monarca empleó los servicios de la joven para que robara una tiara en forma de serpiente que se encontraba en la ciudad de Makkalet, garantizándole un gran tesoro si cumplía su recado. Fue en este lugar donde Sonja conoció a Conan de Cimmeria, al que engañó para que la ayudara en su misión en pleno conflicto.

En las puertas de la ciudad, la muchacha salvó al cimmerio de los ejércitos del vengativo príncipe Yezdigerd. Luego con su ayuda, logró robar la tiara, y después de eludir los designios amorosos del bárbaro, huyó con el botín. Sonja volvió a la fortaleza de Pah-Dishah con la valiosa entrega, pero el Rey Ghaniff tenía sus propios planes para la guerrera, y la esclavizó en su harem, alegando que él mismo era el preciado tesoro. Al poco tiempo, Ghaniff lamentó esta decisión, ya que la diablesa lo atravesó con brutalidad en su alcázar, huyendo entre los desiertos con un precio sobre su cabeza por regicidio.

Se dirigió hacia el reino de Zamora, llegando hasta la Ciudad de los Ladrones, donde se reencontró posteriormente con Conan. La presencia del cimmerio enfurecido hizo por estrechar relación entre ambos guerreros, así que tras acabar con un brujo venido de la muerte, decidieron compartir ruta marchando juntos hacia la frontera sur. Durante sus andanzas se vieron atacados por una banda de cazadores de recompensas, y en el interior de un siniestro castillo, una pareja de seres milenarios intentaron secuestrar a la diablesa para fines vampíricos. Tras esta aventura, las proposiciones pasionales que Conan mostró hacia la hyrkania, provocaron a la muchacha la decisión de proseguir su camino, valorando su independencia más que cualquier relación estable.

A partir de ese momento, la vida de Red Sonja se convirtió en una sucesión de lances interminables. Enterada de que los emisarios de Pah-Dissah la seguían buscando para ajusticiarla, se dirigió hacia Nemedia con la esperanza de despistarlos en el Bosque Oscuro, donde la joven hyrkania encontró un vestigio de su pa­sado, el mercenario sin nombre que la violó en su infancia, quien ahora se halla apresado por tribus asaltantes. Por estar este último mortecino, la joven sustituyó la venganza por el exorcismo de los demonios que carcomían su alma.

Luego prosiguió su viaje hasta los reinos de Corinthia y Argos, ofreciendo su espada al mejor postor y combatiendo la brujería en sus diversas manifes­taciones. Se estableció al servicio de un sacerdote desterrado de Stygia, Karanthes, quien le encomendó la misión de re­cuperar una página del mítico Libro de Skelos ocultado en la ciudad de Messantia. Durante su permanencia en la célebre región portuaria, Sonja se cruzó una vez más con Conan, esta vez emparejado con Bêlit, la Reina de la Costa Negra, a la que despertó celos y furia, ya que la corsaria también ambiciona el codiciado grimorio. El encuentro acabó en un ligero enfrentamiento, pero pronto acordaron un pacto, partiendo juntos en la búsqueda de Karanthes, quien terminó por traicionar a los tres.

La hyrkania despidió a la pareja de piratas mientras encaminó su rumbo hacia a los reinos occidentales, bordeando la costa hasta llegar a la ciudad de Venzia, alojándose más tarde en Athos. En ese mismo pueblo, trabó amistad con Mikal, un hombre con el que decidió cabalgar un tiempo compartiendo sus aventuras, hasta des­cubrir que era el regente de Zotaz, y que la de­seaba como consorte. La pelirroja, sin dudar marchó hacia los montes rechazando el ofrecimiento.

Sin saber los peligros que le acechaban, se adentró en la región de Skranos, donde Sonja fue reconocida como la asesina del Rey Ghaniff y conducida a la horca. Pero la ejecución fue interrumpida por el heredero legítimo de la ciudad, el exiliado dirigente del ejército Suumaro. La guerrera, fiel a su palabra de ayu­darle a recuperar el trono, volvió a Skranos con el fin de convencer a su rey envejecido que aceptara al auténtico gobernante. Tras conseguirlo, Suumaro le propuso reinar junto a él y ser la madre de sus hijos, empero la joven, asustada por descubrir cierta inclinación pasional por aquel hombre y temerosa de perder su libertad, lo abandonó con tristeza siguiendo su camino en solitario. La exuberante mercenaria, fue adentrándose en los terrenos desérticos del interior del continente alistándose en las áridas tierras semitas.

El veleidoso destino hizo por encontrarse de nuevo con el futuro señor de Aquilonia, pero esta vez torturado por los recuerdos y la pena. La mente del bárbaro había sido sometida por el brujo Karanthes, queriendo utilizar el bello cuer­po de la hyrkania para revivir a la recién fenecida Bêlit, creando una amalgama de fieras mujeres. No resultó, el férreo conocimiento del cimmerio venció frente a su obnubilación, y mantuvo a salvo la vida de Red Sonja. Y pese a la lealtad demostrada, la agraciada muchacha volvió a abandonarlo.

Tras este luctuoso episodio en el que intervinieron tanto los sentimientos como el acero, partió de vuelta hacia su lejano pueblo de Hyrkania, deseosa de poner tierra de por medio con Conan. Marchó con la firme intención de profundizar en su pasado y en la enti­dad que le dotó de aquella fuerza, y con la que contrajo la sólida promesa que ya se estaba convirtiendo en una carga abrumadora.

Al tiempo fue contratada con la misión de proteger a Merina, una niña rubia de apenas doce años hija de un noble aquilonio, la cual sería llamada a convertirse en Valeria la pirata, saqueadora perteneciente a la Hermandad Roja. Pasaron un tiempo durante el cual Sonja instruyó a la pequeña en el arte del combate, enseñándole la forma de repeler a cualquier hombre con astucia y espada.

Búsqueda de su pasado, la heroína encontró un poblado misterioso donde habitaban guerreros de piel pálida y cabello rojizo, donde se alzaba una gran estatua idéntica a la divinidad que le apareció después de aquella angustiosa masacre, una figuración en piedra de la diosa roja Scathach. Lo asentaban clanes pertenecientes a su antiguo linaje, en ese momento, la amazona comprendió su descendencia y su aparente distinción con el resto de los aldeanos de Hyrkania, mientras la sacerdotisa de la región le afirmaba, que de muy pequeña marchó adoptada por una humilde familia.

Los cronistas no la citan en los anales hyborios de los siguientes años, pero se sabe que siguió practicando en solitario el oficio de soldado de fortuna por los reinos curtiéndose en su madurez. Vagando por el mundo, de ciudad en ciudad, de taberna en taberna, hallando a su paso encantamientos y sortilegios, hechos extraordinarios y más hombres, pero continuando fiel al juramento que hizo de adolescente... sin amor, sin rendirse ante los encantos masculinos. Ondeando sus rojos cabellos al viento mientras soltaba una carcajada de victoria. Ella, como pocos hombres y mujeres de la Era Hyboria, se convirtió en un ejemplo del arrojo, de la pasión. Indomable y eterna como una llamarada de fuego.

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